Concluyeron las Jornadas “Feminismos y Soberanía alimentaria: voces comunitarias en defensa de la vida”, organizadas por la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO) y la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP).
Las mismas se desarrollaron durante 4 encuentros que contaron con la participación de 22 conversadoras que trabajan la temáticas desde sus territorios y más de 2000 personas de distintas zonas de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela y España.
El primer encuentro, denominado, ‘‘¿Cómo tender a un sistema alimentario soberano? Reflexiones desde los feminismos’’, problematizó el sistema alimentario y el rol de los feminismos en la construcción de soberanía alimentaria de la mano de Miryam Gorban y Rosalía Pellegrini. Se concluyó que “el modelo de producción y las leyes del mercado nos han llevado a esta pandemia, que no se resuelve sólo con distanciamiento, sino que tenemos que pensar seriamente en modificar el sistema alimentario y de producción. Llegamos al 2020 violando el derecho a la alimentación, el Estado debe garantizar la alimentación sana, segura y soberana. La alimentación también tiene que ver con sanarnos, es parte de la salud colectiva”. En este sentido se manifestó la preocupación y rechazo al proyecto de megagranjas porcinas en acuerdo con China.
A partir de la experiencia de las mujeres de la Unión de Trabajadorxs de la Tierra, se coincidió en que “la mirada patriarcal del proceso productivo nos trajo hasta acá, las mujeres rurales, campesinas, indígenas proponemos recuperar la lógica del cuidado a partir de nuestras prácticas agroecológicas. Esta crisis económica nos debe llevar a pensar en avanzar en el modelo de soberanía alimentaria porque comer es un acto político”. Se resaltó la importancia de que se reconozca a las promotoras rurales de género desde lo jurídico y desde lo financiero.
El segundo encuentro, ‘‘Mujeres protagonistas en la defensa del Buen Vivir’’, contó con la presencia de Teresa Cañas (Asambleas mendocinas por el agua pura); Adriana Guzmán Arroyo (Feminismo comunitario Antipatriarcal en Bolivia y Feministas de Abya Yala); Ana Fiol, Berenice Canet y Paula Ruiz Diaz (Rio Feminista); Maite Cedrón y Dolores Sosa (Asamblea Paremos el Desierto Verde) y Teresa Sarasa (Paren de Fumigarnos). En este encuentro se repudió el envenenamiento de los pueblos que produce el agronegocio, el saqueo de los bienes comunes y la quema que arrasa la biodiversidad de los humedales. “Las tierras no están vacías, se han vuelto territorio de sacrificio y nos deja un panorama desolador para nuestra comunidades. Hay que volver a comprometernos con la tierra, producir lo que comemos para salir de esta indiferencia. Cada persona que habita un lugar debe comprometerse con él” circuló como demanda común.
Por otro lado se resaltó: “Quienes vivimos la explotación debemos reconocernos y reconstruir una epistemología y discurso propios, politizarnos, y atrevernos a decirle a la Academia que generalmente nos cosifica. Las Universidades latinoamericanas hoy en su mayoría son expulsivas para las mayorías y cuando acceden lxs pobres, operan fuertes procesos de desclasamiento. Necesitamos Universidades que construyan conocimientos útiles para las luchas del pueblo.”
El tercer encuentro, ‘‘Entramarnos desde el Sur: cuerpos, territorio y feminismo’’, contó con la participación de Claudia Korol (Pañuelos en Rebeldía), Rosa Córdoba (MOCASE-Vía Campesina), Yanina Gambetti (Frente de Lucha por la Soberanía Alimentaria y de la Red de Nodos de consumo agroecológico), Francisca Fernández Droguett (Movimiento por el Agua y los Territorios-MAT, Chile), Alexandra Bastidas Granja (Observatorio de Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional, Universidad Nacional de Colombia), Ruth Margarita Cuaspa Tipanluisa y Liliana Guadir Tarapues (Escuela de Líderes Gestores en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional de Carlosama y del Mercado Comunitario, Gestores de tierra, vida y alimento de Guachucal, Colombia).
Aquí se sintetizó el repudio al golpe en Bolivia, a los crímenes que están sucediendo en Colombia, a la masacre de las niñas en Paraguay y a la violencia policial en toda Latinoamérica contra la ciudadanía que exige derechos.
Se destacó que “el agronegocio impacta sobre todxs pero de modo diferencial sobre los cuerpos y las vidas de las mujeres. Hay 1.600 millones de mujeres campesinas y sólo el 2% de la tierra está en manos de las mujeres y reciben el 1% del crédito. El trabajo rural campesino que realizamos está invisibilizado como el trabajo de cuidados en el hogar. La violencia patriarcal y el agronegocio necesita que sigamos invisibilizadas. Sin embargo las mujeres y disidencias estamos acostumbradas a pelear contra los monstruos de las violencias, así también nos organizamos y le damos pelea al monstruo del extractivismo.” Se destacaron las luchas de mujeres como las del Movimiento Campesino de Santiago del Estero que dieron testimonio del proceso que han hecho para salir de la violencia en sus casas, para luego juntarse con otras y ver que se puede transformar el campo, salir a las calles, politizar el monte.
El cuarto encuentro, ‘‘El derecho a la alimentación en el marco de la emergencia: ollas populares, organizaciones sociales y soberanía alimentaria’’, contó con la presencia de Silvia Saravia (de Barrios de Pie), Rocío de la Fuente (del Frente de organizaciones en Lucha), Milagros Ferreyra (del Frente Agrario Evita) y de Eugenia Barrientos y Joana Burgos (del MTE Rural).
Allí se resaltó que “los movimientos sociales son un actor central del país y queremos discutir la salida de la crisis porque sabemos de la defensa y sostenibilidad de la vida. Nadie conoce mejor nuestros barrios y creemos que hay otro camino posible más allá de la supervivencia que nos proponen, nos merecemos una vida digna”.
Se puntualizó en experiencias de huertas comunitarias como espacio no sólo para producir alimentos, también para intercambiar con otras, organizarnos, contenernos y fortalecernos. Se destacó que “el estar en las organizaciones enseña a valorarse, se aprende de otras, nos fortalece y nos permite pensar que nuestro trabajo también vale. Queremos que la política pública nos ayude a vender lo que producimos teniendo una relación más directa con lxs consumidorxs y que la gente sepa que nuestro cordón frutihortícola produce también alimentos sanos.”
Durante todos los encuentros se problematizó el vínculo de las Universidades Públicas con las organizaciones que luchan por la soberanía alimentaria y los feminismos: “Necesitamos habitar más las Universidades y construir desde las luchas ciencia digna. Ciencia para y por las comunidades, y no al servicio de los grandes capitales. Desde el principio de sus carreras necesitamos que lxs estudiantes se comprometan con sus territorios para borrar las fronteras entre la academia y la comunidad, y que se reformulen los planes de estudio en función de un compromiso situado”. También se reclamó por el derecho a la conectividad en las zonas periurbanas, rurales y en los barrios populares urbanos.
Como denominador común de las jornadas se reconoció que “la respuesta a la crisis alimentaria en pandemia la han dado desde el movimiento campesino y la economía popular, configurando este contexto una nueva relación campo-ciudad. Proponemos pensar por qué esos alimentos y plantas nos sirven, por qué los intercambios con esas organizaciones son la respuesta ante este panorama. Ver la oportunidad para revalorizar los saberes ancestrales y para legitimar que necesitamos ocupar la tierra para vivir y producir alimentos sanos. La pandemia exacerbó las desigualdades pre-existentes y la sobrecarga de tareas en las mujeres, vivimos más precarizadas. Sin embargo nos organizamos desde la pedagogía de la esperanza, hermanadas en la búsqueda del buen vivir y convencidas de otros mundos posibles. Si cambiamos nuestros hábitos de consumo podemos politizarnos, masificar el debate por la soberanía alimentaria, de la mano de la potencia que ha ganado el feminismo en nuestras latitudes. El feminismo nos enseña a construir las relaciones de otra manera, a repensar como superar las explotaciones, también las del modelo de producción”.